jueves, enero 14, 2016

Sigue viva la tensión entre Borbones y nacionalistas catalanes / Antonio Sánchez-Gijón *

Las recientes tensiones en la relación de los actuales gobernantes de Cataluña con respecto del titular del Reino de España, Felipe VI, son una muestra más de las ambivalentes o a veces hostiles vinculaciones entre la Casa de Borbón y las instituciones y partidos nacionalistas, lo que nos invita a echar la mirada a siglos atrás, al comienzo del XVIII.

En el pa­recer del nuevo pre­si­dente de la Generalidad, Carles Puigdemont, ex­pre­sado hace dos o tres años, unos in­va­sores tienen ocu­pada Cataluña, y él y sus com­pa­triotas se iban a en­cargar de ex­pul­sar­los. Si el co­mienzo de la in­va­sión fue la ocu­pa­ción de Barcelona por las fuerzas de Felipe V al final de la Guerra de Sucesión (y la his­toria no su­giere otra co­sa), Puigdemont ya ha em­pe­zado a cum­plir su pro­mesa, ne­gán­dose a prestar ju­ra­mento de lealtad a Felipe VI de Borbón, cuando asumió hace dos días el cargo de ‘president’ que le otorga la Constitución Española.

Pero…, ‘plus ça change, plus c’est la méme cho­se’. Todo el epi­sodio de su se­lec­ción como can­di­dato, acor­dada hace pocos días entre las fuerzas so­ciales del na­cio­na­lismo con­ser­vador y el re­vo­lu­cio­na­rio, no es algo no­ve­doso en la his­toria de Cataluña. Se dio tam­bién en 1714, en los días fi­nales del dra­má­tico sitio de Barcelona por el ejér­cito de Felipe V, que acabó to­mán­dola al asalto po­niendo fin a la Guerra de Sucesión. En las dos oca­sio­nes, los que de­ten­taban la he­ge­monía so­cial dentro de Cataluña (Convergencia, Mas, etc. en el úl­timo epi­so­dio) se ple­garon a la vo­luntad in­fle­xible de los sec­tores po­pu­lares (CUP). Algo pa­re­cido ocu­rrió tam­bién en la Cataluña re­pu­bli­cana, du­rante la guerra ci­vil.

En torno a esas in­ci­den­cias del se­gundo de­cenio del XVIII, pongo la mi­rada en el his­to­riador Salvador Sanpere i Miquel (finales del s. XIX), y sigo el re­sumen ‘crítico’ que de su obra hace el ca­te­drá­tico de Historia de la uni­ver­sidad de Lérida, Roberto Fernández, en su libro “Cataluña y el ab­so­lu­tismo bor­bó­ni­co”, que he ve­nido re­señando en esta co­lumna.

Sanpere se ocupa de la pugna entre los de­fen­sores de Barcelona en 1714, cuando todas las evi­den­cias mos­traban que la úl­tima re­sis­tencia al ejér­cito de Felipe V era inútil y no cau­saría sino más des­truc­ción. Sucedió en­tonces que los “brazos pri­vi­le­gia­dos” se rin­dieron “a las exi­gen­cias del Brazo po­pu­lar”, y pro­lon­garon la re­sis­tencia contra la opi­nión de los ex­pertos mi­li­ta­res, una vez que éstos com­pro­baron que no que­daban ya re­cursos ni lle­garía au­xilio ex­te­rior. Hubo “sobra de men­te­ca­te­ría” en re­sis­tir, dice Sanpere, y como prueba cuenta cómo los si­tiados hi­cieron Generala a la Virgen de la Merced para que les ayu­dase a pro­longar la re­sis­tencia hasta que los aus­triacos y sus aliados vol­vieran a hacer la guerra a Francia y España.

La crí­tica de la his­to­rio­grafía ro­mán­tica a Sanpere fue uná­nime, dice Roberto Fernández. Es com­pren­si­ble, piensa uno: tratar la épica con sar­casmo no es fácil de per­do­nar. Pero hay di­vi­sión de opi­nio­nes. En aquella trá­gica si­tua­ción se im­puso lo que el his­to­riador del s. XX Ferrán Soldevila llamó “el ‘seny’ más au­tén­ti­co”, que “había de acon­se­jar, pa­ra­dó­ji­ca­mente, la te­me­ri­dad, ya que sólo ella podía salvar las ins­ti­tu­ciones ca­ta­lanas de una muerte se­gu­ra”.

Los Borbones tra­jeron pro­greso 
(al menos los tres pri­me­ros)
 Aunque el tema de la di­fe­ren­cia­ció­n-u­nidad entre Cataluña y España do­mina la his­to­rio­grafía de la se­gunda mitad del XIX y la pri­mera del XX, que tu­vieron un sen­tido ge­neral de ‘tensión más con­vi­ven­cia’, la ac­tual está do­mi­nada por los que no ven más que ‘extraneidad’ entre las dos en­ti­da­des.

La ma­yoría de los au­tores de la Renaixença coin­ciden en dos te­sis: que la lle­gada de los Borbones su­puso un re­corte de las li­ber­tades de Cataluña y que sus po­lí­ticas tra­jeron un ele­vado grado de mo­der­ni­za­ción y pro­greso. Así, Antoni Aulèstia: con Carlos III, dice, Cataluña “emprendió de­ci­di­da­mente el ca­mino hacia la vida mo­derna, dando im­pulso a todas sus ac­ti­vi­da­des”. Frederic Rahola ar­gu­menta lo mismo res­pecto de la eco­nomía ca­ta­lana. Los dos si­guen la es­tela de Antoni de Capmany, de fi­nales del XVIII.

Joaquim Rubio i Ors, aunque fue quien en­tregó a Alfonso XII el fa­moso “Memorial de Agravios”, atri­buye grandes be­ne­fi­cios a la di­nastía Borbón. Lo hecho por Felipe V logró “asombrar a Europa” con su for­ta­leza mi­li­tar, su con­quista de Sicilia y la toma de Orán, y por le­vantar las “abatidas in­dus­tria y agri­cul­tura” de Cataluña, crear las Reales Academias, etc. 

Enric Prat de la Riba, autor de “La na­cio­na­lidad ca­ta­lana” (1906) y re­dactor de las Bases de Manresa para el au­to­go­bierno, aunque afirma que los enemigos se­cu­lares de Cataluña ha­bían sido Castilla y Francia, ca­li­fica la Junta de Comercio de Barcelona, creada por Fernando VI, de “institución me­mo­ra­ble, primer por­taes­tan­darte de nuestro re­na­ci­mien­to”, pero no cede en su ar­gu­mento de que la na­cio­na­lidad ca­ta­lana había sido me­dia­ti­zada por la cas­te­llana desde el tiempo de los Trastamara (s. XV). Muchos de los se­gui­dores de Prat com­parten una misma di­co­tomía analí­tica: España es un es­tado, Cataluña es una na­ción. Otros, sin em­bargo, ad­miten una doble na­cio­na­lidad y un doble pa­trio­tismo, muy en la línea de los ‘románticos’ Bofarull y Balaguer. Salvador Sanpere rea­liza esta sín­tesis desde una po­si­ción his­to­rio­grá­fica más cien­tí­fica que lo que se es­ti­laba en la época.

Sanpere pos­tula “una España de las Españas”, es de­cir, una Cataluña y una Castilla, etc. ‘españolas’, y atri­buye la pér­dida de in­fluencia de Cataluña en España “a una de las cua­li­dades más ca­rac­te­rís­ticas del pueblo ca­ta­lán, su an­ti­patía por las no­ve­dades po­lí­ti­cas” (cursiva de Sanpere). En con­se­cuen­cia, man­tener la fi­de­lidad a las viejas leyes “ha sido la causa de la ruina de nuestra na­cio­na­li­dad”. Esas viejas le­yes, cuando Felipe V las abo­lió, es­taban ya ‘débiles’ y ‘enfermas’. Sanpere no es el fa­vo­rito de los his­to­ria­dores na­cio­na­listas ac­tua­les.

Auge y crí­tica del na­cio­na­lismo
 
Después de dos de­ce­nios de re­la­tiva inac­ti­vidad his­to­rio­grá­fica entre el XIX y el XX, Fernández señala su reac­ti­va­ción en el tercer de­cenio de esta úl­tima cen­tu­ria, hasta la II República. Destaca en este pe­riodo Antoni Rovira y Virgili, para quien el Setecientos cul­mina el pro­ceso de “desnacionalización de Cataluña”. La guerra civil es­pañola agu­diza su des­con­fianza hacia lo cas­te­llano y es­pañol, que vienen a ser lo mismo: “Felipe V y Franco bus­caban las mismas me­tas: des­na­cio­na­lizar Cataluña”, según la sín­tesis que Fernández hace del pen­sa­miento de Rovira. Este creía que a fi­nales del s. XVIII, “Cataluña había ol­vi­dado la causa ca­ta­la­na”, y por eso la mi­sión de los his­to­ria­dores fu­turos de­berá ser la ‘renacionalización’ de Cataluña.

Es la mi­sión que asume Ferrán Soldevila, que tam­bién per­te­neció a las filas de los ‘derrotados’ en la guerra ci­vil, pero lo hace apo­yán­dose en una in­gente labor de in­ves­ti­ga­ción que pu­blica du­rante el fran­quismo. En su obra, Soldevila busca “un equi­li­brio entre su vi­sión ca­ta­la­nista con su vi­sión de Estado es­pañol”, en el decir de Fernández. Suya es una “Historia de España” en ocho vo­lú­me­nes, edi­tada bajo el fran­quismo, lo que pa­rece co­rregir la vi­sión de la vida aca­dé­mica de ese pe­riodo como un erial, según tra­ta­rían luego de hacer ver los his­to­ria­dores neo-­na­cio­na­lis­tas. Soldevila ce­le­bra, como “uno de los he­chos más tras­cen­den­tales de nuestra his­to­ria”, “la ar­ti­cu­la­ción de la eco­nomía ca­ta­lana con las de otros te­rri­to­rios pe­nin­su­la­res”.

Con todo, como tengo es­crito en otro ar­tículo an­te­rior (“Hacen falta he­rra­mientas geo­po­lí­ticas para en­tender lo de Cataluña”, 28 de di­ciembre 2015), el na­cio­na­lismo his­to­rio­grá­fico ca­talán debió so­bre­po­nerse, des­pués de Soldevila, al im­pacto cien­tí­fico de dos au­to­res, uno ca­talán (Jaume Vicens Vives) y otro francés (Pierre Vilar), que se apro­xi­maron al es­tudio de la his­toria con nuevas téc­nicas y apor­taron cri­te­rios his­to­rio­grá­ficos que co­rre­gían se­ria­mente o re­cha­zaban la vi­sión na­cio­na­lista de la his­toria de Cataluña. Queden las re­señas sobre los his­to­ria­dores pos­t-­Vives y pos­t-­Vilar para otro día.

(*) Periodista

La tecnología 'Moht' en la agricultura y hortofruticultura / Ángel Tomás Martín *

Casi de forma imperceptible, sin que la motivación obedezca a planificación ni ejecutiva humana, se está operando un cambio mundial de los estándares sociales, que paulatinamente nos va alejando de la estructura actual del sistema. Ha empezado a emerger la "economía colaborativa voluntaria", cuyos objetivos serán compartirla por todos, la ayuda mutua y el trabajo en equipo para el bien social.

La economía dirigida actual busca el éxito solo en el crecimiento del consumo descontrolado, origen de todas las crisis soportadas desde la gigantesca de los años treinta del siglo pasado, que solo han originado endeudamiento insoportable generalizado y que han conducido a la llamada "recesión de balance" o proceso de reducción del endeudamiento; por eso es poco realista postular incrementos del crédito para impulsar de nuevo el crecimiento económico.

La "economía colaborativa voluntaria" ha comenzado por un menor consumismo, ajustando el gasto a lo necesario e imprescindible, entre lo cual destaca una alimentación cada vez más sana y orgánica. Se ha iniciado como protagonista y pilar básico la producción de alimentos y formas de consumir, por ello, los cambios estructurales en el futuro se definirán empresarialmente por su adaptación a los nuevos mercados de consumo, fomentando la solidaridad.

Si aplicamos lo expuesto al sector agrario y sus derivados, de transcendental importancia para España, observamos que carece de la necesaria promoción y protección, colectiva y estatal, que es víctima de abandono y degeneración, pero superado por la competencia exterior, y obligado al desplazamiento de una buena parte de nuestras empresas especializadas, con experiencia de siglos, a mercados con mayores avances técnicos, más protectores y de costos más competitivos. 
Nos referimos a la agricultura en general y a la hortofrutícola en particular, extendidas por casi todo el territorio nacional, aunque de una manera más intensiva y productiva la procedente del Levante español, cuyas provincias de Castellón, Valencia, Alicante, Murcia y Almería superan el 80,7% del total, y optimiza nuestro PIB, crea trabajo en otros sectores (envases, transporte, fabricación de derivados, etc.) y contribuye positivamente a la balanza comercial y a los ingresos del Fisco. 
Es inaplazable abordar definitivamente un sector nutricional natural con calificación de excelencia internacional, ya que se nos están adelantando tanto las economías poderosas como las emergentes; para lo cual se necesita talento político-económico, voluntad inquebrantable, generosidad colectiva y abandono de los intereses político-regionales. Siendo tarea a largo plazo se precisa mano firme de los gestores de la política nacional de forma ininterrumpida, continuada, y vinculante.

La agricultura en general, al tener como empresa la entrada de sus flujos de capitales productivos cada doce meses, se encuentra en inferioridad de condiciones con otros sectores, como el industrial, que tiene sus flujos productivos cada tres meses y se diversifican por todos los mercados, mientras los productos agrícolas convergen principalmente en tres: Europa, América del Norte y los países de Extremo Oriente. 
Los costos de producción seguirán su tendencia alcista, ocasionando la reducción progresiva de los beneficios que podrían conducir al colapso, salvo que cambie la tendencia productiva, solo aplicable con el "agua" como hilo conductor del progreso tecnológico, cuyo impedimento se debe a nuestra problemática social. 
En agricultura la investigación científica seguida del desarrollo tecnológico son la garantía de rentabilidad, por ello, los países que logran una mayor integración de ambos, son los dominadores de los mercados de consumo. España debe estar atenta a promoverla con mayor rapidez, o pasaríamos al grupo de naciones carentes de una riqueza indispensable para una economía de futuro.

Veamos las causas y soluciones más importantes del desfase investigación-desarrollo:

1.- Regular y controlar las necesidades nutricionales de las plantas, evaluando las necesidades de abonos expresada no solo con unidades/Ha., sino por kilo producido, tal  como se vende, pues los nutrientes se absorben por iones por su carga, siendo solo posible con la imprescindible necesidad de la injustamente discutida "agua", cuyo riego vital modernamente se lleva a cabo por goteo, que con las nuevas tecnologías supone el aprovechamiento escrupuloso, ecológico e ideal del preciado líquido, conocido y dominado por el agricultor levantino, y

2.- Los países más avanzados en tecnología agronómica están adoptando las teorías de nutrición celular de P. Michel, (premio Nobel 1978), las de J. Deisenhofer, (premio Nobel 1988)  y R. Haber (1972) en fotosíntesis y su aprovechamiento, y la de J.A. Raven (1986), que con sus estudios armonizaron la cantidad de nutrientes que absorbe la planta por gramo de materia seca y hora, así como el control del desequilibrio electroquímico a nivel celular. Avances que sumados y aplicados son vitales para nuestra supervivencia económica, aunque lamentablemente entorpecidos y pospuestos por intereses comerciales o partidistas.

Los avances descritos constituyen la tecnología llamada MOHT, que establece los sistemas de mayor ajuste del riego y la reducción de costos, pero inviable sin la disponibilidad del conductor "agua", cuyo aprovechamiento escrupuloso y libre de dispendios, son conocidos y experimentados por los más competentes agricultores, los del sureste. Estos avances en la nutrición vegetal, ya en vía de desarrollo en Levante, son conocidos como sistema "Nutricompact".

Si los altos responsables de nuestra dirección y gestión agrícola desconocen la técnica expuesta, no la estimulan y restringen o suprimen el riego, ¿cómo se permite que ocupen puestos de tan alta responsabilidad careciendo de dotes de planificación y desarrollo ?, ¿ por qué no se concluye el proyecto del Plan Hidrológico Nacional y se reanudan urgentemente las obras, vitales para nuestro futuro nutricional y económico?, ¿ por qué se permite que algunos gobiernos regionales, carentes de solidaridad interregional y pletóricos de inconformismo, se crean propietarios exclusivos del Patrimonio Hidráulico Nacional de todos los españoles? con su actitud solo consiguen división, injusticia y pobreza.

Como compensación se inició el "Plan Desalinizadoras", que han fracasado en todo el mundo civilizado (California y Oriente Medio, entre otros). Por otro lado, resulta muy difícil y costoso eliminar el boro del agua desalinizada, que se va acumulando en el suelo disminuyendo la producción y envenenando progresivamente el arbolado en pocos años. Debe ser rechazada también para el uso humano de acuerdo con la legislación internacional sobre el agua.

Resulta de una torpeza supina que aguas sobrantes de nuestros ríos viertan inmensas cantidades de metros cúbicos al mar, para luego rescatarlas, tratar de potabilizarlas inútilmente, y con inversiones faraónicas en sus instalaciones, funcionamiento y conservación.

Tengamos la esperanza, como decíamos al principio, de que el cambio mundial que se está operando restablezca la unión, la economía colaborativa voluntaria y el trabajo en equipo de todos.

(*) Economista y empresario